Empresarios y políticos viven en los mismos circuitos residenciales, van a los mismos eventos sociales, se quedan con el agua para sus lujosos fraccionamientos, mientras que la clase trabajadora y el pueblo pobre no llega a fin de mes y tiene que esperar la madrugada para llenar sus humildes tinacos.
Si hiciéramos un recuento de los grandes problemas del estado coahuilense en la historia del tiempo presente, pensaríamos, sin duda, en el agotamiento de los mantos y fuentes acuíferas por culpa de la sobreexplotación de la industria ganadera, vinícola, cervecera y minera; en la deforestación de los montes y montañas como consecuencia del corrupto desarrollo inmobiliario, ligado a intereses de personajes políticos que han aprovechado la administración pública para enriquecerse; la imposición neoliberal del monocultivo.
También, podríamos pensar en los salarios de hambre y las jornadas extenuantes que enfrenta la clase obrera, principalmente de las maquilas; en las precarias condiciones de seguridad que padecen los trabajadores de la Región Carbonífera; en el abandono absoluto del campo, donde los trabajadores reciben un salario miserable en tierras que antes pertenecían a sus padres.
O quizás pensaríamos en el abuso policial, principalmente de las fuerzas estatales, de quienes su actuación es comparada con la de un cartel, con todo y el involucramiento en los delitos contra la salud pública. Y, sin lugar a duda, se nos vendría a la cabeza uno de los problemas recientes más acuciantes, la situación de crisis de los trabajadores de Altos Hornos de México.
Sin embargo, ante ninguno de todos estos graves problemas que atañen íntimamente a nuestro estado, los partidos patronales (es decir que, si bien juran gobernar para el pueblo mexicano, la realidad es que gobiernan a favor de los intereses de los patrones) que se presentan a las elecciones de junio podrán ofrecer una solución radical que revierta la situación que atraviesa la región.
Un botón de muestra de lo que afirmamos, es el candidato de la “Alianza por la Seguridad”, ese monstruo de tres cabezas que han representado el PRI, el PAN y el PRD en la historia contemporánea de nuestro país y que, ahora, no les ha quedado de otra que oficializar que son la misma defección.
¿Con qué cara los jefes del PAN de Coahuila van a exigir a sus militantes que voten por Manolo Jiménez, cuando hace apenas seis años estaban marchando, con Guillermo Anaya a la cabeza, contra el fraude electoral que el PRI ejecutó para imponer al actual gobernador Miguel Riquelme? Ahora se les puede ver juntos en las fotos al ex candidato panista con el priísta Manolo.
Manolo Jiménez claramente significa la continuación de la impunidad, el avance de la gangrena en cada esfera pública bajo la órbita del estado, y como si esto no fuera suficiente, este personaje representa el triunfo de la elite parasitaria regional, esa que ha sido responsable de las matanzas como la de Allende, de la megadeuda estatal, de las tragedias en las minas, del desfalco en las arcas públicas y de la evolución de la policía estatal como autentico cartel.
Es decir, estamos frente al fiel representante de la corrupción priista, pupilo destacado de la hamponeria moreirista. Él, mientras fue presidente de Saltillo, se enriqueció junto a su familia con licitaciones, permisos y contratos millonarios otorgados desde la presidencia, cuyos beneficiarios eran empresas de bienes raíces propiedad de él, de su padre y de su tío.
Por su parte, Armando Guadiana Tijerina, el candidato por Morena, viene desarrollando al menos hasta ahora, una fracasada campaña, caracterizada por las mediocres y desabridas participaciones en los debates públicos, por la incapacidad para levantar ánimos entre electores y por su evidente falta de entusiasmo.
Por lo que, con este inicio, no ha podido revertir la crisis interna que se abrió en diciembre en el partido de la 4T, con la división del frente obradorista “Juntos Haremos Historia”, donde el Partido Verde y el Partido del Trabajo irán separados compitiendo contra el partido del presidente, debilitando aún más la posibilidad de un triunfo.
Guadiana, el candidato estrella del partido que prometió cambiar la vida de las y los mexicanos, es un empresario minero que nunca se ha preocupado por las condiciones de seguridad en los yacimientos. Él junto al empresariado minero se han hecho ricos (o más ricos) a costa de que los trabajadores arriesguen todos los días sus vidas, sin que hasta la fecha hayan cambiado las precarias condiciones de seguridad.
También, y como es bien sabido, sus empresas han sido generosamente beneficiadas por el gobierno federal con licitaciones para la venta de carbón a CFE. Y el dato escandaloso del morenista, es su conocida amistad con el hampón Alonso Ancira, quien hasta hace unos meses dueño de Altos Hornos de México y que defraudó a Pemex.
En relación con esto, no podemos soslayar que, frente a la crisis económica que Ancira dejó en AHMSA, la cual se ha descargado contra los más de 18 mil trabajadores metalúrgicos y mineros, Guadiana mantiene una criminal complicidad.
En lugar de usar su puesto político y garantizar la estabilidad laboral para los trabajadores de Monclova y los pueblos que orbitan alrededor de AHMSA, Guadiana se ha puesto del lado de su amigo empresario. Es claro que sus intereses como capitalista están del lado de Ancira, por eso jamás buscara que las demandas de los obreros y sus familias sean resueltas a su favor.
Ni qué decir de los otros dos candidatos, Ricardo Mejía del PT y Lenin Ramírez del PV y UDC. El primero un oportunista de carrera, chapulín consolidado que prefirió generar una crisis en la 4T que renunciar a su búsqueda de poder; y el segundo, un cacique local bien conocido por haber convivido siempre armoniosamente con el PRI, que lo ha usado y usa a conveniencia, mientras que él se deja usar y sale beneficiado.
En resumen y como vemos, ninguno de los partidos políticos tradicionales puede ofrecer una opción real de cambio. Ninguno luchará por rescindir las concesiones de agua a la industria lechera, puesto que tienen compromisos con el emporio ganadero.
Tampoco buscarán el cambio de uso de suelo para liberarnos del monocultivo, transformando los cultivos de forraje a plantaciones más armoniosas con la disponibilidad de agua regional.
Sabemos que mucha gente tenía esperanzas en que AMLO resolvería el asunto del estrés hídrico, uno de los más graves flagelos de la región, pero, lamentablemente, la mejor prueba de que ese no era un interés de su gobierno, es que a cinco años de que comenzó su gestión, en las casas sigue faltando el vital líquido, los niveles de arsénico en el agua van aumentando cada vez más y lejos de retirar las concesiones de agua a los empresarios avaros, éstos siguen acaparando el 80 por ciento de nuestros mantos acuíferos.
Siguiendo con la lista, ninguna opción política hacia las próximas elecciones busca mejorar las condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora y el pueblo coahuilense.
Y ni qué decir sobre el problema de los carteles inmobiliarios del estado, pues son los mismos políticos quienes se adjudican licitaciones para llenar corruptamente sus bolsillos.
O si al tema de la seguridad nos referimos, todos buscan darle más poder a las fuerzas represivas estatales. Ninguno lleva en su programa la desaparición de estas corporaciones abusivas y cómplices de oscuros intereses.
Los partidos políticos que aparecerán en la boleta son los administradores de los negocios de los empresarios, y siempre se pondrán de su lado. Empresarios y políticos viven en los mismos circuitos residenciales, van a los mismos eventos sociales, sus hijos crecen juntos en opulencias y estudian como pares en costosas escuelas de élite, se matrimonian entre ellos, todos se quedan con el agua para sus lujosos fraccionamientos y para multiplicar las ganancias de sus empresas, mientras que la clase trabajadora y el pueblo pobre tiene que esperar en la madrugada para llenar sus humildes tinacos.
Por esto, desde la Izquierda Diario, el periódico digital que impulsamos en el Movimiento de Trabajadores Socialistas, llamamos a construir un partido de la clase obrera, que luche contra todas estas injusticias y se organice desde sus centros de trabajo, en sus sindicatos, en sus universidades, que pelee en las calles y con nuestra principal arma, la huelga, para revertir esta tendencia a la barbarie a la que nos llevan los políticos de siempre.
Somos más, somos la mayoría, pero estamos desunidos. Ellos tienen sus partidos y nosotros necesitamos el nuestro, que pelee por nuestros propios intereses.
Temas