Del pasado priista y la negligencia en la Linea 12 del Metro, a la competencia por la candidatura presidencial.
El secretario de Relaciones Exteriores confirmó que buscará la candidatura presidencial por el Morena para el 2024.
Distintos medios de comunicación retomaron la entrevista ofrecida por el político morenista al periodista Joaquín López-Dóriga. Allí reafirmó que pretender la máxima candidatura es parte de su "proyecto de vida", aclarando que aún faltan “dos años, vamos a la mitad del gobierno”. De esta manera, apelando a la retórica que es tradicional cuando se trata de destaparse sin aparecer descuidado ante sus responsabilidades en el gobierno, Ebrard confirmó que está en carrera para el 2024.
No dejó dudas en que lo hará dentro del partido, y que “no declinará” como hizo en el año 2000 ante AMLO. Esto solo puede leerse como que competirá con Claudia Sheinbaum, quien hasta hoy es la favorita del presidente para la sucesión. Hace algunos meses, a la usanza de los viejos tiempos del PRI, Ebrard le había agradecido a Lopez Obrador por “considerarlo” para la competencia del 2024. Ahora, la reiteración de sus intenciones obedece a posicionarse tanto ante la jefa de gobierno, como ante Ricardo Monreal, quien se presentó como elegible.
De esta forma, la interna hacia las presidenciales en Morena parece intensificarse. Además, las distintas iniciativas de AMLO -desde la reforma eléctrica hasta la consulta por la revocación de mandato- buscan tanto fortalecerse ante la población, como mejorar las posibilidades del futuro candidato (o candidata) del oficialismo.
La larga historia del canciller
Como se plantea aquí, Ebrard tiene un largo pasado que se remonta a su militancia de más de una década en el PRI y a sus nexos con la derecha. El ahora canciller de la Cuarta Transformación fue cercano a Camacho Solís, quien a su vez resultó colaborador estrecho de Carlos Salinas de Gortari, ni más ni menos que el jefe de la “mafia del poder”. Ya en el Partido de la Revolución Democrática, Ebrard fue primero encargado de Seguridad Pública del DF y luego jefe de gobierno de esta entidad. De esta manera resultó responsable del operativo represivo del 1 de diciembre de 2012, por el que resultaron apresados con lujo de violencia decenas de jóvenes que protestaban contra la asunción de Enrique Peña Nieto.
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Además, Marcelo Ebrard fue señalado por su responsabilidad en las irregularidades en la construcción de la Linea 12 del Metro durante su jefatura de gobierno. Durante años, se advirtió que las fallas en tramos y curvas del recorrido, podían llevar a verdaderos desastres. A la par, trascendió que el costo original de la obra se incrementó a 25 mil millones de pesos (casi el doble) como resultado de la concesión otorgada al magnate Carlos Slim y sus empresas.
Después de la tragedia largamente anunciada, ocurrida el 3 de mayo en la Linea 12 del metro y que provocó la muerte de 26 personas, la posible candidatura de Ebrard había entrado en un terreno de sombras. Esto como resultado de la percepción generalizada -y ampliamente justificada- de que la negligencia de los distintos gobiernos capitalinos fue la responsable del crimen social de Tlahuac.
Ebrard, quien antes del 2018 se había alejado de la política pública por los señalamientos de corrupción en las obras de construcción de la Linea 12 (y que incluso abandonó el país durante una larga temporada), en el mes de mayo se limitó a decir que “estaba a disposición de las investigaciones” e intentó mantener durante algunas semanas un perfil bajo.
Nuevamente en el ruedo
La política gubernamental ante la tragedia de la Linea 12 significó impunidad para Carlos Slim y los políticos implicados en las negligencias cometidas. Esto benefició sin duda a Ebrard, quien continúa al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y por ende al mando de la política exterior mexicana y las negociaciones de “alto nivel” con la Casa Blanca. Y es la base del nuevo empuje que le ha dado a sus aspiraciones de “presidenciable” en 2024, como si nada hubiera pasado.
Ebrard seguramente buscará aprovechar el estar en el centro de la política exterior y en particular de sus relaciones con el gobierno estadounidense y los empresarios a ambos lados de la frontera, lo cual le puede dar una aureola de confiabilidad e institucionalidad. Su pasado nada “progresista” será seguramente un activo que intentará poner en juego ante determinados círculos, aunque deberá ganarse el apoyo de la base morenista, enfrentando a Sheinbaum, quien está al frente de la principal ciudad del país.
La disputa interna seguramente se pondrá intensa. Más aún si el “premio” podría ser una candidatura presidencial en un partido que, basado en la fortaleza que aún mantiene el actual gobierno, aspira a mantenerse en el poder.
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