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Debates en torno al progresismo lopezobradorista, sus límites y las perspectivas del anticapitalismo socialista

Pablo Oprinari

Debates en torno al progresismo lopezobradorista, sus límites y las perspectivas del anticapitalismo socialista

Pablo Oprinari

Participación de Pablo Oprinari en la mesa Progresismo y anticapitalismo en México y Latinoamérica de las Jornadas Marxismo 2023.

Como ya plantearon los compañeros que me antecedieron en esta mesa, la discusión sobre los progresismos y otros fenómenos políticos en América Latina y México no se puede pensar por fuera de la lucha de clases, este es un punto de vista fundamental que no puede perderse de vista.

Los llamados gobiernos progresistas representaron en distintos momentos de lo que va del siglo XXI, una respuesta frente a levantamientos, revueltas y procesos de movilización de los trabajadores y pueblos de los distintos países. Respuesta que, al mantenerse en los marcos del régimen capitalista, ha asumido el carácter de contención y desvío, aunque esto ha implicado otorgar determinadas y limitadas concesiones a las aspiraciones populares.

De alguna manera, la radicalidad alcanzada por la lucha de clases en cada uno de los países en cuestión ha marcado la agenda de los gobiernos progresistas, aunque una constante ha sido que, aun en los casos en que se han corrido más a la izquierda del espectro político, como fue el caso del chavismo o el evomoralismo, no han llegado a cuestionar la dominación imperialista ni mecanismos claves del saqueo como la deuda externa.

La definición que Modonesi puso en juego de “progresismo tardío”, es aplicada por muchos a los actuales progresismos, que tienen un carácter aún más moderado que los anteriores, desde AMLO en México, hasta Boric en Chile o Petro en Colombia, y también para los que acaban de ganar, en Ecuador y en Guatemala.

En este punto, creo que es importante considerar los límites que le pone a los progresismos (y a los intentos neodesarrollistas que algunos llevan adelante, como el caso de AMLO en México) el carácter dependiente de las economías latinoamericanas y la sujeción a los vaivenes de la economía mundial y estadounidense en particular, que como sabemos ha atravesado importantes crisis en los últimos 20 años. La estabilidad que alcanzan es en ese sentido relativa, puede trastocarse más rápido de lo que se piensa, como es el caso de Brasil del cual nos habló Iuri, y su hegemonía política -cuando la logran, como el caso de AMLO- no puede pensarse en los términos que tuvo por ejemplo la hegemonía del PRI, que duro muchas décadas.

Esto, además, en el marco de una situación internacional donde asistimos a nuevas tendencias convulsivas que son expresión de la decadencia capitalista, como es la guerra en Ucrania, en el corazón mismo de Europa, y las disputas económicas y geopolíticas entre Estados Unidos y China que tienen su expresión también en nuestra región, donde además hay un bajo crecimiento estimado para este 2023.

Pero también en un contexto regional donde América Latina ha mostrado una tendencia a procesos álgidos de la lucha de clases, en los últimos años, como vimos en Chile, en Colombia, en Perú, por dar algunos ejemplos, de revueltas que abrían la posibilidad de transformarse en revoluciones, como ya nos planteó Matias Maiello en el primer día de estas Jornadas Marxismo 2023.

En ese contexto se ve también un movimiento pendular, donde se alternan oleadas o momentos de gobiernos progresistas con expresiones que marcan un retorno a las experiencias del neoliberalismo, y en algunos casos y países un fortalecimiento de la derecha y la ultraderecha, que intentan ser irradiadas hacia el resto por los representantes de este arco político. Quienes despliegan un discurso ofensivo contra lo que llaman la ideología de género, la movilización social y la izquierda, y que buscan así responder de manera ultra reaccionaria a la acción de lxs trabajadores y los sectores populares.

Lo vimos con la experiencia de Bolsonaro, luego la alta votación de Kast en Chile y ahora el caso de Milei en Argentina. Evidentemente la discusión sobre el porqué crece estas expresiones reaccionarias tiene muchas aristas, pero es un hecho que logran capitalizar de forma ultra demagógica el descontento con los gobernantes, incluido aquellos progresistas que vienen administrando la crisis económica y el ajuste, como se ve en Argentina, de una manera que no tienen que disimular sus intenciones conservadoras y reaccionarias.

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El gobierno de AMLO ha sido presentado como algo mucho más estable y firme que otras experiencias progresistas en la región. Altos índices de popularidad que se mantienen, una hegemonía sustentada también en la crisis que arrastra la oposición, planes sociales y otras medidas que generan mucha simpatía (como es el aumento al salario mínimo), y un proyecto económico con fuerte injerencia estatal que no ha contado hasta ahora con grandes oposiciones de la patronal más concentrada.

Hay quienes lo han comparado con Cárdenas (el mismo AMLO se compara con él), aunque la realidad es que si el nacionalismo burgués de Cárdenas llegó a expropiar a las compañías petroleras, de una manera que hizo que Trotsky lo definiera como una especie especial de bonapartismo, en el caso de AMLO tiene una ubicación mucho más al centro, como plantea Modonesi en el artículo al que se refería. Y eso se expresa por ejemplo en cuestiones tales como la militarización del país, mantener la subordinación económica y productiva del país a los Estados Unidos vía el TMEC, además de las reaccionarias políticas migrantes que siguen al pie de la letra los dictados de la Casa Blanca en ese terreno.

Nadie puede negar seriamente que su programa económico, aunque haya generado algún escozor en sectores de las trasnacionales y la propia Casa Blanca -particularmente por sus medidas en el terreno energético-, no cuestiona los intereses capitalistas en el país y mantiene la precarización laboral. De hecho, proyectos como el corredor transístmico representan una enorme oportunidad de negocios -similar posiblemente a lo que fue el desarrollo maquilador en el norte- con la que AMLO va a terminar su sexenio, y se basa en el avasallamiento de los pueblos originarios y las comunidades, a las cuales se ha desplazado.

En este terreno, me interesa destacar dos cuestiones en este panorama.

La primera es que la hegemonía lopezobradorista no puede entenderse sin la pasivización de la lucha de clases, que marcó un cambio fundamental con lo que sucedía en el sexenio pasado en el cual vimos importantes momentos de la lucha de clases.

En esto sin duda está presente el mismo impacto político de AMLO, su prestigio, la ilusión fomentada de que su gobierno iba a resolver las aspiraciones sociales y populares que le permitieron obtener un 60% de los votos, y el impacto de medidas como los planes sociales, el aumento al salario mínimo y otras.

Pero también el accionar de las direcciones sociales y sindicales burocráticas, que han jugado un rol fundamental para evitar que los procesos parciales de la lucha de clases que se han dado -que, aunque no han sido generalizados han existido, por ejemplo, entre trabajadores de la educación como vimos con el movimiento #UNAMnopaga o en el magisterio, en estatales, salud o maquiladoras- no se hayan podido desarrollar y que no se haya podido gestar la unidad entre los mismos. Eso fue fundamental, y dejó aisladas a procesos de resistencia como el del SUTNotimex y otros. No nos olvidemos que el sexenio empezó con la rebelión obrera en Matamoros en enero de 2019 e importantes huelgas universitarias y que la lucha de clases, aunque de manera muy molecular ha estado presente, incluso durante la larga pandemia en el sector salud, universitario e industrial. La estabilidad lopezobradorista no se puede entender sin ese factor político crucial.

La segunda cuestión es el lugar que ocupa la apropiación ideológica que el gobierno realiza de las ideas del marxismo y del comunismo. Ahora asistimos a un fuerte debate sobre los libros de texto gratuitos, virulento y polarizado, que incluye acciones como la quema de libros en algunos estados por parte de la derecha. Evidentemente el gobierno ha desplegado un discurso, en el terreno pedagógico y cultural, que echa mano de ideas vinculadas al pensamiento crítico y de izquierda, como es el cason en la educación de las epistemologías criticas y del sur, el pensamiento decolonial y emancipatorio, y otras más. Esto no es nuevo, lo venimos viendo desde hace varios años, pero en la medida que se acerca el fin del sexenio, se intensifica.

Y frente a eso crece una reacción ideológica conservadora, que empieza a tener puntos de contacto con un pensamiento ultraderechista y que busca sus vínculos con lo que estamos viendo en otras partes del continente, que tacha al gobierno de querer injertar el comunismo, que incluso tiene expresiones como las de Ricardo Salinas Pliego hablando de pensamiento libertario, etc.

El gobierno quiere posar de progresista y de izquierda con esto, mientras sus propios precandidatos, las llamadas “corcholatas”, despliegan programas de gobierno más al centro.

Y la oposición política y partidaria de derecha busca galvanizar y capitalizar los elementos de desgaste y de descontento que puedan existir en sectores de la población con el gobierno, en una operación cuyo destino final es fortalecer la candidatura de Xóchitl Gálvez, que con un perfil populista y “outsider” pretende encabezar y agrupar a la oposición electoral al Morena. Pero incluso, con toda la discusión sobre el comunismo, le está surgiendo un sector aún más derechista, vinculado al Partido Republicano, que está apostando a tener un candidato independiente propio, Verastegui, con un discurso revulsivo contra la ideología de género y el progresismo, que considera que el frente opositor no es todo lo conservador y derechista que debería ser.

Aquí es importante tomar en cuenta que toda esta discusión abre un espacio para disputar, desde el marxismo, porque como decía Iuri, cuando la derecha empieza a agitar el fantasma del comunismo, y cuando el gobierno recomienda la lectura de ideas vinculadas al amplio espectro de la izquierda, sectores de la juventud, del movimiento de mujeres y de las y los trabajadores posiblemente se empiecen a preguntar que es eso, que es el marxismo, que es el comunismo. En un contexto además donde existe politización y donde los acontecimientos internacionales -en particular la lucha de clases, la guerra, y otras cuestiones que discutimos estos dos días- impacta y genera reflexión y avidez por conocer.

Y entonces actividades como las que estamos haciendo cobran importancia, porque de lo que se trata es de mostrar una perspectiva alternativa, desde el marxismo, no solo frente a la derecha -eso desde ya- sino también al progresismo del Morena, en el terreno de las ideas y en el terreno de la política.

Creo que esto hay que pensarlo vinculado a las perspectivas que nos depara la situación política mexicana. Evidentemente no podemos predecir los acontecimientos, pero sería incorrecto pensar que, a fuerza, la hegemonía conquistada por el lopezobradorismo se va a mantener sin resquebrajamientos.

Lo importante es jugarnos a que eso no sea capitalizado por la derecha, sino que fortalezca la actividad y la organización independiente de los trabajadores, el movimiento de mujeres y la juventud y que pueda fortalecer la perspectiva de la izquierda socialista. Y es que, si el gobierno de AMLO nunca implicó un cuestionamiento para el capital, una nueva administración de la 4T seguramente se correrá aún mas al centro. Si se mantienen o profundizan las políticas de precarización y militarización, puede acrecentar ese cuestionamiento crítico a un gobierno donde, además ya no estará en el centro, por lo menos de la misma forma, la figura característica de Andrés Manuel.

Entonces, haríamos mal en tener una visión estática, que olvide que toda hegemonía es relativa, y que pueden surgir procesos de politización, organización y de lucha en sectores de los trabajadores y la juventud.

Y que para que eso no se pierda es fundamental mantener una perspectiva de independencia política respecto al Morena y la derecha, y desplegar las ideas del marxismo revolucionario, que implican no solo una crítica al orden existente, sino también la construcción de una alternativa política para transformarlo, con muchas ideas, iniciativas y debates con la ideología dominante y sus representantes políticos, basado en el anticapitalismo, en el antiimperialismo y en una perspectiva socialista revolucionaria. Esa necesidad -de presentar una alternativa en el terreno de las ideas y de la organización política-, es un debate que debemos continuar y buscar como llevar a la práctica esa apasionante tarea de construir una alternativa política de las y los trabajadores ,las mujeres y la juventud.


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Pablo Oprinari

Ciudad de México / @POprinari
Sociólogo por la UNAM, coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles.
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