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¿Comunismo en la educación de México en tiempos de la 4T?

Rafael AR Escalante

¿Comunismo en la educación de México en tiempos de la 4T?

Rafael AR Escalante

La derecha mantiene una campaña de desprestigio sobre los libros de texto gratuitos para el próximo ciclo escolar, tachando de comunista y marxista su contenido. Esto abre la necesidad de un debate ideológico y político tanto con estos grupos reaccionarios como con el Morena, ya que ¿realmente la 4T es cercana a las ideas del marxismo y del comunismo?

Desde finales de julio y principios de agosto, se desarrolló en México un debate en torno a los nuevos libros de texto gratuitos (LTG) editados por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Como parte de una campaña alentada por sectores reaccionarios –Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), Mexicanos Primero, FRENAA, entre otros– y de los partidos de la oposición –como el PAN y el MC– Javier Alatorre, uno de los voceros históricos de la derecha, desde TV Azteca lanzó un señalamiento contra dichos materiales mencionando, que “México está en peligro por un virus que se creía erradicado, el virus comunista”, afirmando su resurgimiento desde la Nueva Escuela Mexicana (NEM), que la 4T busca imponer a los niños y a las niñas con ideas en contra de la libertad.

Además, se habla de que los estudiantes van a ser “ideologizados” con temas de lenguaje inclusivo y lucha de clases a través de la pedagogía de la liberación de Paulo Freire, la decolonialización, así como con ideas de Marx y Lenin. Detrás de este discurso reaccionario, que carece de rigor teórico y metodológico, está la ultraderecha, que identifica como “comunista” a cualquier posición crítica, liberal, progresista o de derecho social.

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¿Qué expresa esta fobia hacia el comunismo? En los LTG podemos ver una amplia gama de autores, dentro de ellos algunos pensadores de izquierda críticos de la sociedad capitalista, a los cuales la oposición trata de mostrar como un "peligro para la sociedad mexicana", incitando a la histeria colectiva a través de políticos, influencer, periodistas y empresarios como Claudio X. González, con motivos políticos rumbo a las próximas elecciones para polarizar la opinión pública y que se piense que sólo existen dos opciones, o estás con la derecha o estás con la 4T.

Lo que nos despierta otra pregunta: ¿hay ideas comunistas en la educación propuesta por la 4T? Para responder a esto es necesario hacer un repaso histórico del momento en donde el anticomunismo salió a relucir en México frente a un gobierno que se declaró nacionalista, al mismo tiempo, cabe realizar un análisis sobre por qué no basta con que un gobierno agite ciertas ideas para ser marxista, socialista o comunista; hay que distinguir entre esto y una posible práctica de apropiación ideológica y política.

La derecha y el anticomunismo ayer y hoy

La derecha secular y, especialmente, la ligada al clero, desde un principio tuvo una actitud hostil a todo lo que propugnara un cambio social, como la educación rural y la educación pública y gratuita. A mediados del siglo XIX, el gran exponente de esos cambios fue el movimiento socialista, especialmente el socialismo científico o marxismo, que luchaba por una sociedad comunista; es decir, por una sociedad sin explotados ni explotadores. Así, la derecha consideró este programa político como una afrenta contra la civilización y un error en la vida moderna.

En México, las corrientes anticomunistas se despertaron durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, como una reacción ante los movimientos que estaban organizándose contra el orden establecido a nivel internacional y por el entusiasmo que despertó el triunfo de la Revolución rusa en la clase trabajadora, ya que era un tema en boga en la década de 1930; igualmente, contra los efectos liberadores, que la revolución mexicana tuvo sobre múltiples aspectos de la vida política y social del país, como las luchas obreras y campesinas durante las décadas de los 20 y 30, la emergencia de vanguardias artísticas, etc. Por otro lado, usaban el anticomunismo como bandera para oponerse a la política nacionalista y reformadora del propio Cárdenas [1].

Conforme se realizaban la reforma agraria y las expropiaciones petroleras y ferrocarrileras, la oposición de derecha crecía con la bandera del anticomunismo, entre ellos destacó la Unión Nacional Sinarquista (UNS), fundada el 2 de mayo de 1937 [2], junto con organizaciones anticomunistas de la clase media como el grupo Acción Revolucionaria Mexicanista (ARM), también conocido como las “camisas doradas”, una organización de corte fascista, antisemita y partidaria de la jerarquía eclesiástica nacida en 1934. Estas organizaciones se oponían al reparto agrario, a que los trabajadores adquirieran nuevos derechos, a la aplicación de medidas anticlericales y a la educación socialista [3].

El anticomunismo no se limitaba a la derecha clerical, también estaba presente en sectores seculares. Es por eso, que en 1938 varios generales anticomunistas en retiro se agruparon en el Frente Constitucional Democrático de donde se desprenderían el Partido Revolucionario Anticomunista y la Unión Nacional de Veteranos de la Revolución. Estos grupos provenían de sectores al interior del ejército, que fueron privilegiados durante el Maximato, estaban molestos al ser desplazados y por el exilio de Plutarco Elías Calles anunciando el declive de la vieja guardia; que, desde el principio se inconformaron con la política de ese sexenio aprovechando la moderación adoptada del cardenismo en sus últimos dos años y, después, de la expropiación petrolera [4].

Estos grupos, al igual que los actuales, estaban alentados por grandes empresarios como el Grupo Monterrey, la Coparmex o grupos de terratenientes para quienes era inaceptable, que la clase trabajadora tuviera derechos y los campesinos tierra; aunque esto se diera en el marco de una política impulsada por el gobierno para relegitimar al Estado y estabilizar al régimen. Muchos de ellos, en su momento, alentaron la Guerra Cristera atacando la educación pública, la educación sexual y en contra de que existieran libros de distribución gratuita; tal y como ocurre hoy en día.

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La educación socialista y su función en el cardenismo

La educación socialista fue instalada con la reforma al artículo 3o. constitucional en 1934, previa a la toma de posesión de Cárdenas, producto del enfrentamiento con los cristeros, donde el socialismo se usó como sinónimo de anticlericalismo [5]; sin embargo, su contenido no llegaba a estar referido al socialismo ni el gobierno que la impulsaba tenía ese carácter ni sostenía una política de transformación revolucionaria de la sociedad capitalista.

En realidad, la así llamada “educación socialista” era un instrumento del gobierno para fortalecer una política anticlerical y ganar simpatía entre las mayorías desde un discurso de izquierda, pero no podía ser socialista, como no lo es ahora, porque se mantenía el capitalismo fomentado y dirigido desde el Estado. Esto se hacía sobre la base de apoyarse en las masas y sus organizaciones, como los sindicatos y las grandes centrales obreras, las ligas agrarias y las organizaciones estudiantiles; por ejemplo, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Nacional Campesina (CNC) o la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE).

En ese contexto, destacaron los más preocupados por la educación, el magisterio, quienes apoyaron al gobierno desde asociaciones como la Confederación Mexicana de Maestros y, posteriormente, la Liga Nacional de Maestros, la Sociedad de Maestros Mexicanos y la Unión de Directores, Inspectores, Misioneros, así como se sumaron maestros rurales normales de los estados, que promovieron la educación socialista [6].

Eso fue posible, porque reivindicarse de izquierda tenía un significado importante entre los maestros de educación básica; aunque, lo cierto es que no había mucha claridad de lo que era el socialismo, su acepción era muy variada. De hecho, el cardenismo la utiliza para definir su proyecto educativo y fortalecer su aceptación y legitimación entre los sectores populares.

En realidad, esta educación expresaba un proyecto nacionalista burgués, combinado con un discurso antiimperialista, donde el gobierno tomaba cierta distancia respecto a las potencias imperialistas y realizaba concesiones sociales y políticas al movimiento de masas, pero hay que decir que no era el protagonista central [7] y sólo lo tomaba en cuenta para incorporarse al proyecto del partido gobernante. Cárdenas puso especial empeño en señalar, que la educación socialista combatía el fanatismo y no la religión por sí misma [8] para no romper con el pacto burgués sobre el que se basó su gobierno.

Así, la educación socialista era una importante fuente de consenso –aunque hubo enfrentamientos con los sectores mencionados– y también fue el lugar desde el cual el gobierno pudo construir las bases para ver a la educación pública como un gran proyecto de Estado, que estuviera por fuera de la religión o alguna otra institución privada. Finalmente, se convirtió en un instrumento para enfrentar a los opositores al régimen y, al mismo tiempo, de hacer real una demanda de las masas: la educación pública, laica y gratuita; pero sostenida desde el punto de vista del Estado capitalista.

El marco en el cual se da la llamada educación socialista está signado por la política, que llevó adelante el gobierno cardenista, que resultó la mejor respuesta desde el punto de vista de los capitalistas nacionales para contener el ascenso obrero, campesino y popular de la década de los 30, apelando a concesiones y un discurso de izquierda, que tenía como antecedente la Revolución mexicana [9] y que encontró un nuevo despertar gracias a la crisis económica de 1929. Por lo que, a estas alturas es incorrecto considerar que México se encaminaba al socialismo durante el sexenio de 1934-1940 y que la educación impartida por el Estado en ese tiempo tuviera este carácter.

La apropiación ideológica y política del marxismo por parte de la 4T

Si tomamos esto como marco de referencia para analizar qué tan socialista o comunista es la Nueva Escuela Mexicana y su discurso humanista, hay que considerar que la 4T ha demostrado ser, incluso, menos radical que el cardenismo ante el imperialismo y los empresarios. Si bien habla de las ideas de Marx o Lenin en Un libro sin recetas para las maestras y los maestros, en realidad se trata de una apropiación ideológica y política de las ideas del marxismo y de otras corrientes críticas como forma de fortalecer su perfil político, que se ha presentado como progresista y antineoliberal, pero que mantiene lo esencial de este sistema capitalista. Esta política de apropiación ideológica se acompaña de la cooptación y la incorporación al partido de gobierno, y el propio Estado, de referentes obreros, campesinos e indígenas en muchos casos provenientes de movimientos sociales y de resistencia, así como de académicos e intelectuales de izquierda, en un proceso que tiene puntos de contacto con lo que el intelectual marxista italiano, Antonio Gramsci, llamó “transformismo” [10] y que fortalece esta inteligente política gubernamental.

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Hay que señalar, que en múltiples ocasiones, el propio Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha mostrado que no existe dentro de su proyecto de gobierno la posibilidad de expropiar a los capitalistas, que es uno de los grandes objetivos del programa marxista; por ejemplo, cuando era candidato y “presidente legítimo” atacaba a ciertos personajes tachándolos de ser la “mafia del poder”, donde incluyó a importantes empresarios como Carlos Slim (accionista mayoritario de Grupo Carso), Roberto Hernández (presidente de Banamex), y Claudio X. González (presidente de Kimberly-Clark México); además de miembros de la casta política mexicana como Carlos Salinas de Gortari, Elba Esther Gordillo (dirigente histórica de la burocracia sindical priista del SNTE), Vicente Fox y a los también priistas Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto [11].

El propio programa del Morena admite esa defensa del orden capitalista cuando plantea que “nuestro proyecto busca impulsar el desarrollo a través de las iniciativas privada y sociales, promoviendo la competencia, pero ejerciendo la responsabilidad del Estado en las actividades estratégicas reservadas por la Constitución, en la planeación del desarrollo y como garante de los derechos sociales y ambientales de las actuales y de las futuras generaciones” [12]. No sólo recalcamos la defensa de principios liberales como la propiedad privada y la competencia (pilares del sistema capitalista), sino que sistemáticamente AMLO ha hecho referencias al liberalismo de Juárez y a su figura (como mencionar que Mussolini fue nombrado en honor al oaxaqueño [13] declaración que desató polémicas); por años, el águila juarista ha sido un emblema usado por AMLO, desde que fue “investido” en 2006 como “presidente legítimo de México” [14] hasta como logotipo oficial del Morena en sus inicios.

Una vez ocupó la presidencia, no sólo moderó y cambió su discurso, sino que hizo la paces y los reivindicó en uno de sus libros al referirse de nuevo a estos empresarios de la siguiente manera: “Ciertamente, no todos son lo mismo y no a todos se les puede meter en el mismo costal. Me consta que en el terreno político Carlos Slim, Alberto Bailléres [Grupo Bal], German Larrea [Grupo México] o Ricardo Salinas [Grupo Salinas] respetan la investidura presidencial, no se apasionan tanto por lo electoral y aunque no estén de acuerdo con nosotros, actúan con prudencia” [15].

Estos son grandes empresarios capitalistas con quienes el Morena ha adquirido importantes compromisos para asegurar sus ganancias, como el Tren Maya para Slim, el Banco Azteca de Salinas Pliego y su asociación con el Banco de Bienestar; también para que Germán Larrea mantenga su impunidad en los desastres ecológicos que ha causado su empresa minera. Por lo que, desde el discurso de gobierno se ha cambiado de lugar a estos grandes empresarios, poniéndolos del lado del pueblo, sin mencionar que se enriquecen a costa de la explotación y precarización de miles de trabajadores.

Desde sus discursos, el presidente deja ver que su mayor objetivo es la conciliación de clase y la relegitimación del régimen, tras el enorme desprestigio que tuvo después del caso Ayotzinapa (que por cierto no ha resuelto, porque ha preferido proteger a las fuerzas armadas) donde se inició un proceso de cuestionamiento a los ricos y poderosos. Frente a eso lanzó su proyecto político en el que dice defender al 70 % de la población, pero además expresa que: “También estamos persuadidos de que un gobierno democrático, aun cuando por justicia debe darle preferencia a los más necesitados, tiene la obligación de procurar el bienestar de todas las personas; de modo que es necesario aclarar lo que estamos haciendo por el restante 30 % de las familias que se ubican en la clase media y media alta, hasta las personas de mayores ingresos del país” [16].

¿A que responde la campaña satanizadora de la derecha, que agita contra el peligro del comunismo? Tiene una evidente intencionalidad política, que no puede desligarse del próximo escenario electoral. Busca presentar a este gobierno —que se ha mostrado en realidad bastante moderado— como más a la izquierda de lo que es para captar el voto de sectores medios y contrarrestar la hegemonía política, que conquistó AMLO y que puede permitirle al Morena repetir en la presidencia. A la par, busca capitalizar aquellos aspectos de la práctica gobernante, que han sido señalados como muestras de autoritarismo, mostrando que están vinculados a un supuesto comunismo, cuando en realidad hemos visto mucho de ello en los sexenios previos hegemonizados por priistas y panistas.

Podemos concluir diciendo que, si bien el proyecto económico social de AMLO busca darle mayor protagonismo al Estado, no existe intención de atacar las ganancias de los capitalistas ni romper las cadenas de la opresión imperialista; por ejemplo, las concesiones hechas a las grandes petroleras como Shell o ExxonMobil producto de las reformas estructurales de Peña Nieto siguen sin revertirse, perpetuando el saqueo y la expoliación por parte de los monopolios extranjeros. Así como tampoco se ha cuestionado que siga pagándose la deuda pública conformada por el FOBAPROA y la deuda externa, en donde los únicos beneficiados son los bancos; por el contrario, la ratificación del T-MEC muestra el compromiso, que tiene con los capitalistas nacionales y trasnacionales.

Aunque el Morena organice eventos en instituciones de educación superior como el CIDE donde retome a Marx o se hable de él y otros revolucionarios en la NEM, esto no significa que en México haya un gobierno socialista ni nada parecido. El marxismo pregona la toma revolucionaria del poder con la clase trabajadora como protagonista, que debe buscar convertirse en clase dominante para derogar todas las viejas relaciones de producción, que tienen como resultado la explotación asalariada y el daño a la naturaleza.

La revolución socialista busca suprimir por la fuerza del movimiento obrero organizado y los sectores populares como aliados los viejos antagonismos de clase y las clases sociales mismas, para construir una sociedad de productores libres asociados [17], cosa que, definitivamente, no está planteada en el programa político de la 4T. Sólo organizados desde una estrategia y un partido revolucionario, que ponga al frente a la clase obrera para derrumbar el poder de los capitalistas, puede iniciarse el proceso que dé origen al comunismo, como mostraron en su momento Lenin y Trotsky con la Revolución rusa al poner en práctica el internacionalismo, el antiimperialismo y una lucha consecuente contra toda explotación y opresión, para intentar dar origen a esa sociedad de productores libres asociados.


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NOTAS AL PIE

[1Pacheco, María Martha, “Cristianismo sí, comunismo no (el anticomunismo eclesiástico en México)” En: Rodríguez, Araujo Octavio, La Iglesia contra México, México, Grupo Editor Orfila Vakentini, 2010, pp.261-262

[2Serrano, Álvarez, Pablo, “Sinarquismo ¿La contrarrevolución?” En: Rodríguez, Araujo, Op. Cit., p.249

[3Ibid. p.250

[4Meyer, Lorenzo, La institucionalización del nuevo régimen en: Historia general de México, México, Colegio de México, 2000, p.858-859

[5Meyer, Jean, La revolución mexicana, México, Editorial Jus, 1991, p.196

[6Lerner, Victoria, La educación socialista, en: Luis González (coord.), Historia de la Revolución mexicana periodo 1934-1940, tomo 17, Colegio de México 1979, p.22

[7Gilly, Adolfo, La revolución interrumpida, México, Ediciones “El caballito”, décima edición, 1978 p.381

[8Knight, Alan, La última fase de la Revolución: Cárdenas en: Ávila Espinosa, Felipe Arturo, Lázaro Cárdenas, modelo y legado México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revoluciones de México, Tomo I, 2020, p.194

[9Langer Oprinari, Pablo, Contrapuntos de la Revolución mexicana en: Langer Oprinari, Pablo, Jimena Vergara Ortega, Sergio Méndez Moissen, México en llamas, Interpretaciones marxistas de la Revolución, México, Ediciones Armas de la crítica, 2010, p.209

[10Ver por ejemplo de Sergio Moissen, Pueblos indígenas y 4 transformación; transformismo, autonomía y estrategia socialista, en : https://www.laizquierdadiario.mx/Pueblos-indigenas-y-4-Transformacion-transformismo-autonomia-y-estrategia-socialista

[11CNNExpansión, La ‘mafia del poder’, según AMLO, México 7 de noviembre de 2011 https://expansion.mx/economia/2011/11/04/la-mafia-del-poder-segun-amlo

[12MORENA, documento programático. “¿Por qué luchamos?”, p. 6. Énfasis nuestro. Disponible en: https://lopezobrador.org.mx/wp-content/uploads/2013/02/Programa-MORENA.pdf

[13“La desafortunada anécdota que AMLO contó en su discurso de la ONU sobre Benito Juárez y Mussolini”, Infobae, 23 de septiembre de 2020. Recuperado de: https://www.infobae.com/america/mexico/2020/09/23/la-desafortunada-anecdota-que-amlo-conto-en-su-discurso-de-la-onu-sobre-benito-juarez-y-mussolini/

[14Andrea Becerril y Alonso Urrutia, “AMLO se compromete a defender al pueblo y la soberanía nacional”, La Jornada, 21 de noviembre de 2006. Recuperado de: https://www.jornada.com.mx/2006/11/21/index.php?section=politica&article=003n1pol

[15López Obrador, Andrés Manuel, A mitad del camino, México, Editorial Planeta, 2021, p.230

[16Ibid. p.65

[17Marx, Karl y Friedrich Engels, El manifiesto del partido comunista, México, Ediciones caballito, 2010, p.95
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